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Política al estilo de Tinder

  • Viernes 2 de junio de 2023
  • 11:32 hrs

Qué distinta sería la política si se enfocara en lo que se debe corregir y no en lo que se desea alcanzar. Quizás tendríamos una clase política menos populista y más humilde.

Ayer en la Cuenta Pública, el discurso del presidente Gabriel Boric, más allá de romper el récord de duración, estuvo marcado por la buena pluma y una elocuente alocución. Como de costumbre, lo más valorable es el tono convocante, reflexivo y propositivo que logra transmitir el mandatario. Sin embargo, es innegable que el brillo estético de su discurso contrasta con la palidez de sus logros. Se podría decir que se trató de un discurso efectista, pero poco efectivo. El formato del ritual (y la necesidad de subir en las encuestas) indujo al Presidente a privilegiar las promesas por sobre la rendición de cuentas. Qué distinto sería si en las cuentas públicas los gobernantes hicieran un listado, de cara la ciudadanía, de todo lo que no logró su Gobierno y los motivos y las medidas que se tomarán para enmendar el rumbo. Qué distinta sería la política si se enfocara en lo que se debe corregir y no en lo que se desea alcanzar. Quizás tendríamos una clase política menos populista y más humilde.

Humildad que por momentos más se extraña en la coalición gobernante. Humildad para ver, por duro que les resulte, que ellos han sido los principales causantes del crecimiento exponencial que ha tenido el Partido Republicano. ¿Si no hubieran promovido un texto constitucional refundacional y partisano, existiría hoy un profesor Silva? Es indiscutible que el fenómeno electoral de Republicanos está íntimamente ligado a la performance del Gobierno.

De no mediar sorpresas, el legado de la Administración de Boric se debate entre firmar la constitución de Kast o salvar la del dictador Pinochet. Una auténtica tragedia contemporánea. Y he aquí donde se juega el núcleo del discurso presidencial.

Lo relevante de esta Cuenta Pública no es su contenido, sino que su contexto. Acá cabe ese refrán que señala: “El contenido es importante, pero el contexto es el rey”. Y el contexto nos muestra que existe una creciente fisura entre las promesas del Gobierno y los hechos concretos. Y que por dicha fisura se cuelan las frustraciones que más tarde Republicanos capitaliza en las elecciones. Allí donde el Gobierno fracasa, Republicanos triunfa. 

Cada uno vive del error del otro. Republicanos creció gracias al indulto presidencial a los delincuentes y el Gobierno revive gracias a las declaraciones del profesor Silva. Así como los ministros a veces trabajan para Republicanos, en esta ocasión el profesor trabajó a favor del Gobierno y revivió una conmemoración (los 50 años del golpe militar) que hasta ahora se percibía opaca y anémica. En esta industria, nadie sabe para quién trabaja. Menos en un contexto de vértigo cultural, donde los espacios simbólicos están continuamente en fricción.

En este contexto, desalienta cuando el Presidente asegura que su Gobierno actúa con base en la siguiente premisa: “hechos, no palabras”. ¿Qué ha pasado en los hechos con la reforma tributaria y previsional? El contraste entre las palabras del Presidente y la realidad generan extrañeza, no certeza. Sin ir más lejos, mientras el Presidente hacía un llamado a los estudiantes para sostener un diálogo sin violencia, los alumnos del Instituto Nacional vandalizaban el espacio público. Así, frase a frase, sin querer queriendo, el Presidente acrecienta la brecha que existe entre los ciudadanos y su Gobierno. Se produce el efecto opuesto al deseado, una disociación cognitiva entre lo que el Gobierno dice y lo que sucede.

Nadie duda de la voluntad que moviliza al Presidente Boric. Genuinamente se conmueve con los problemas que afectan al país y está convencido de que trabaja para mejorar la calidad de vida de las chilenas y chilenos. Pero la política no se construye a partir de intenciones, sino que de acciones. Acciones bien diseñadas, coordinadas y orientadas. En definitiva, profesionalismo. Algo que se extraña cuando se analiza al equipo que acompaña al Presidente en la ardua tarea de dirigir el destino de Chile. Sin ir más lejos, como supimos recientemente a raíz del despido del subsecretario Christian Larraín, ni siquiera en el Ministerio del Trabajo se aplican los protocolos laborales.

El año pasado, postdiscurso, la aprobación del Presidente en las encuestas subió ocho puntos. Pero fue solo un rebote. Tres semanas más tarde asesinaron a un carabinero y esa alza se esfumó con la misma rapidez que se presentó. Se trata de un fenómeno universal, aplica para todos los mandatarios: los peaks en las encuestas son cada vez más volátiles y efímeros. La ciudadanía pierde la paciencia con más facilidad que antes. A diferencia de nuestros padres, hoy vivimos bajo la cultura de la inmediatez y la ansiedad. Por tanto, esa especie de reconciliación circunstancial, que se da tras el discurso entre el mandatario y el pueblo, termina siendo fugaz. Política al estilo de Tinder. Un día tú, otro día alguien más. ¿Hoy el Frente Amplio, mañana Republicanos? Veamos lo que hará (no lo que dirá) el Gobierno de Boric al respecto.